Durante el verano de 1957, Pablo Picasso (director honorario del Museo del Prado en aquel momento), convirtió el tercer piso de La Californie, su casa de Cannes en el sur de Francia, en un estudio en el que desde el 17 de agosto hasta el 30 de diciembre trabajó en una serie de cincuenta y ocho lienzos en absoluta soledad, apenas permitiendo visitas.
Cuarenta y cuatro de los lienzos fueron directamente inspirados por la obra maestra de Diego Velázquez, “Las meninas” (1656), cuadro visto por el genial cubista por primera vez en el Prado cuando era un adolescente y que, años más tarde, utilizaría como fuente de inspiración para crear sus bufones y enanos.
Esta obra de sección horizontal, Las meninas, inspirada en Velázquez, es la primera, más grande y elaborada de las de la serie, así como la más fiel a la composición vertical creada por Velázquez. Todas las figuras del lienzo del gran maestro Diego Velázquez están presentes, interpretando los mismos papeles y ocupando similares posiciones. Observando la compleja organización espacial y los grupos de figuras del famoso cuadro de Velázquez, Picasso emplea una paleta de negros, grises y blancos efectista y fragmentada para proveer estructura al espacio y sus figuras. El mismo Velázquez parece más corpulento en la versión de Picasso que en la suya, un homenaje del pintor malacitano al viejo maestro como creador, y sostiene dos paletas en vez de una aunque ninguna de las obras revela lo que está pintando el artista.
Mientras la luz inunda la estancia en la versión de Picasso, la atmósfera es más apagada en el original de Velázquez, y el perro salchicha de Picasso ocupa la misma zona que el mastín sentando de Velázquez.
La atracción de Picasso por Velázquez se inició en un lejano 1895 y fue recurrente a lo largo de su carrera de distintas maneras, incluyendo el ballet “Las Meninas”. Creado por Léonide Massine, con música de Gabriel Fauré y vestuario de José María Sert, “Las Meninas” se estrenaron por el Balet Ruso de Serge Diaghilev en Roma en 1916, evento en el que Picasso conocería a su futura primera esposa, la bailarina rusa Olga Khokhlova.
Picasso donó la serie completa al Museu Picasso de Barcelona en 1968, en recuerdo de su gran amigo y secretario Jaime Sabartés, que acababa de fallecer. Gracias a pintar tantas variaciones, llegó a comprender los elementos clave de un trabajo que admiraba sobremanera a la vez que daba a sus Meninas identidad y vida propia. Es significativo que en la mitad de los años 50 y primeros 60 trabajara en otras series históricas inspiradas por los grandes maestros de la pintura en el pasado, quizás en un esfuerzo de asegurar su indeleble y merecida huella en la historia del arte.