En la década de los 80, la pintura hiperrealista con base en la fotografía de Jack Goldstein , retratando en sus cuadros tormentas eléctricas nocturnas y otros fenómenos luminosos, dejó una huella indeleble en las tendencias artísticas de la época. Goldstein realizaba copias de fotografías para obtener imágenes de eventos naturales efímeros y espectaculares, normalmente sobre cielos nocturnos. Las obras pictóricas sin título resultantes llegaron a estar entre las más provocativamente bellas de su tiempo, un periodo en el que la belleza en sí misma era considerada como un signo de la represión patriarcal en su entorno.
Al final de la década, Goldstein abandonó la fotografía como fuente para cambiarla por imágenes generadas digitalmente por ordenador y algunos críticos lo malinterpretaron como abstracciones Neo-Geo aunque hoy en día estos trabajos podrían parecer una predicción de nuestra era de supervivencia, Google Earth y escaneo digital.
Decepcionado, arruinado y adicto a la heroína, el pintor y artista conceptual nacido en Montreal (Canadá) y criado en California, dejó para siempre la escena artística para desaparecer en un trailer en las afueras de Los Angeles, donde se suicidaría en 2003.
Goldstein pasó sus últimos años trabajando en los 17 volúmenes fotocopiados de sus Escritos Seleccionados (2002), una extraña colección de frases y sentencias extraídas de la filosofía que tan vivamente releía de forma permanente. Redactado en varios idiomas y evocando “los 10000 Jack Goldsteins” -nombre de esta retrospectiva que estará en el Museo Judío de Nueva York hasta el próximo 29 de septiembre-, Goldstein lo concibió como la obra que debía ser su autobiografía.
Si Goldstein afirmó que existen 10000 Jack Goldsteins en cualquier guía de teléfonos, él ha sido el único que ha dejado su impronta en el arte contemporáneo.